RELATO DE LOS HECHOS. Ezequiel Giannini –19 años
Mi hijo y yo conformábamos una familia. Mi esposo y mi hijo
mayor mueren en el mes de Junio de 1989 en un accidente automovilístico,
cuando regresábamos de nuestro campo en Pila (Pcia. De Bs. As.).
Ezequiel y yo somos los sobrevivientes de ese accidente. Por ese motivo,
con 5 años queda a cargo mío solamente. Hasta que mi hijo
cumple 11 años continúo con la explotación de un
depósito de gas de la familia. Como esto me implicaba estar demasiadas
horas fuera de mi casa y veía que la adolescencia de mi hijo
ya comenzaba, decido cerrarlo y quedarme en casa, viviendo de la renta
de algunas propiedades pero estando más cerca de mi hijo. Así
transcurre nuestra vida que no fue para nada fácil, ya que este
accidente marca la vida de Ezequiel. Siempre soñó con
seguir Agronomía, amaba el campo. Con 14 años presenta
en la Sociedad Rural de Palermo una raza de conejos: “Leonado
de la Borgoña”, y obtiene el segundo premio. Al año
siguiente con su esfuerzo y dedicación, obtiene primeros premios.
Termina su bachillerato en Diciembre del 2002. Como ya era inminente
su entrada en la Facultad de Agronomía, decido el 14 de Octubre
del 2002 darle a él la administración de ese campo, que
hasta entonces había estado alquilado. Con mucho entusiasmo comienza
a reformar la casa y a realizar mejoras a fin de poner en funcionamiento
el campo. Incluso existía la posibilidad de ampliar el predio
comprando otra fracción lindera, es decir que recién allí
empezaba una etapa distinta en nuestras vidas de equilibrio y tranquilidad.
Desde Octubre a Diciembre todo su empeño esta puesto en terminar
su bachillerato y poner en funcionamiento el campo en el cual siembra
soja. Pero cuando Ezequiel venía del Colegio en nuestro coche,
pasaba a la ida y a la vuelta por Republica Argentina y Gorritti, era
el camino obligado para llegar a su colegio, estableciendo así
una amistad con dos policías que hacían custodia en el
lugar. Como su papá coleccionaba armas, desde chico, aprendió
a usar herramientas y reparar las armas de nuestra propiedad. Fue así
como un día en casa, ya había terminado el colegio y me
dice que en la Comisaría de Rafael Calzada todas las armas que
había estaban en mal estado, y entonces el iba a cooperar arreglándolas
ya que no le costaba nada hacerlo. Siempre pensó que debía
colaborar para tratar de mejorar la seguridad del lugar donde habitaba.
Yo me opongo, discutimos, y al final le digo que bueno, si quiere hacerlo
que sea en una mesa en el jardín de casa, donde todo el que pase
y los vecinos vean lo que está haciendo, es decir, nada “oculto”
y que se las traigan y se quede el policía con él. Así
comienza una relación de amistad con este sargento Enrique Carlos
Acuña. Yo hacía preguntas como: pero ¿no tiene
la provincia una armería donde hagan ese trabajo? No, me respondían,
o la respuesta era “no hay presupuesto”. A partir de allí
comenzó un infierno en la relación madre e hijo. A tal
punto que un día llegué a echarlo de mi casa, ya que la
convivencia entre nosotros era insoportable (En el momento que lo hecho
llamo a dos personas de mi amistad para que estén presentes y
sepan porque lo echo, vuelve a las dos horas aproximadamente). Yo argumentaba
que siempre todo lo que habíamos hecho con su padre era legal
y no quería tener nada que ver con estas personas que no me merecían
ninguna confianza. Era habitual ver a este señor en el jardín
de casa con su handy, a veces de particular y otras de uniforme. Incluso
yo trato de acercarme para ver hacia donde iba esta relación
que no compartía, y que tantas discusiones me traía con
mi hijo. Hubo muchas peleas, incluso muchos negocios propuestos, por
ejemplo el tema de unos caballos que serían robados, porque no
se encontraba su dueño, y que podríamos llevar al campo
(a nuestro campo) pues no se qué persona de la comisaría
haría los papeles, estos caballos de los que hablaba estaban
en el Barrio Don Orione, yo me opuse argumentando que en mi campo no
se ponía nada ilegal. Mi hijo comienza a dejar incluso de lado
sus animales a los que adoraba, el campo y también sus amigos
a los cuales les confiaba cosas, y comienza así un cambio de
actitud desde Enero hasta su muerte, incluso físicamente se nota
un deterioro comparando fotos de los últimos meses. Para el 21
de enero aproximadamente hay en la comisaría de Calzada una fuga
de presos, mi hijo aparece entusiasmado con una carpeta con las fotos
de las personas que se fugan. Incluso hasta donde puedo averiguar fotocopia
esa carpeta en un lugar llamado Taller 4 en la localidad de Adrogué.
Esa carpeta la vemos 4 o 5 personas, luego desaparece. A esta altura
nuestra relación está muy mal, le prohíbo usar
el coche de nuestra propiedad y como respuesta la comisaría le
da un 147 blanco-natural en el cual me entero luego de su muerte, que
lo llevan al Barrio Don Orione como chofer en por lo menos un operativo
(de esto hay testigos), con un coche Peugeot negro de apoyo atrás.
Viendo que esto se desbordaba, intento que se vaya al campo. Le propongo
irse a estudiar a España, ya que tengo familia allí, no
acepta nada de lo que le propongo. El día de su muerte discutimos,
por el tema del campo, yo le digo que o se hace cargo en serio o tomamos
otra determinación. Luego de discutir quedamos en que a partir
de allí su vida cambiaría y dejaría toda esta gente
que a mí no me gustaba, esa noche él debía hacer
una llamada para comprar hacienda y comenzar a trabajar con ella, el
viernes nos iríamos al campo, y él se pone esa tarde a
trabajar con elementos de apicultura, pues era su idea cosechar miel
de algunas colmenas que tenía en forma artesanal. Ezequiel pensaba
que estaba ayudando a la sociedad , y no entendía, en el fragor
de su juventud, que lo estaban usando. Así está cuando
el sargento Enrique Carlos Acuña, que hacía guardia en
la farmacia de la esquina de mi casa, viene a buscarlo para que lo lleve
a un operativo, que supuestamente había ocurrido en Wilde, o
sea bien lejos de el lugar en que nosotros vivimos. Mi hijo tenía
prohibido llevar a esa gente en el coche, luego me entero que lo hacía
a escondidas. En el instante en que lo viene a buscar el sargento, yo
salgo a hacer fotocopias (a un negocio que queda a 50 metros de mi casa)
acompañada por una compañera de estudio, vuelvo a los
dos minutos, cuando voy llegando a mi casa, a 40 metros de la esquina,
escucho el auto saliendo raudamente marcha atrás, mi hijo alcanza
a decirme: - ¡Mamá! ya vuelvo, está el famoso coche
rojo que hirió a una persona. Este sargento se dirige en dirección
al auto, habla con mi hijo, y se sube por la puerta del acompañante
(lo hace dando la vuelta por detrás del auto). Entro a mi casa,
y a los cinco minutos escuchamos 4 o 5 tiros, no más (el hecho
fue a unas 6 cuadras de mi casa), mi compañera se va, comienza
a haber mucho movimiento de gente en la calle.
Imagino que algo malo pasó, empiezan a llamarme por teléfono
preguntándome por Ezequiel. Me descompongo, tengo un pico de
presión y con el médico delante me dan la noticia de la
muerte de Ezequiel. Cuando volví a salir a la calle lo encontré
al sargento Enrique Carlos Acuña en el mismo lugar de siempre
uniformado y con su handy. Como si nada hubiese pasado.
No obstante no estar bien físicamente a los ocho días
de la muerte de mi hijo me hago presente en el estudio de un abogado
en Adrogué para que tome el caso y siga la investigación.
Este abogado tiene la causa aproximadamente dos meses y medio. Nunca
tuvo acceso a ella, me dijo que había hablado con el fiscal,
es más me desesperé al ver que en casa faltaban dos armas
(el hecho de viajar asiduamente al campo, hacía que estuvieran
en el baúl del coche), lo único que quería saber
era si estaban en fiscalía, porque si no era así, yo manifiesto
que podían estar delinquiendo con ellas, jamás obtuve
respuesta. A pesar de todo esto fui en dos oportunidades por mi cuenta
a ver al fiscal. Jamás me recibió. En la ultima oportunidad
me comunican que la causa está en el juzgado de garantías
N° 5 (esto fue el 22/5/2003), allí se nos informa que se
está fotocopiando a requerimiento de un juzgado de menores, que
a partir del lunes estaba a disposición nuestra para fotocopiar,
a esa altura estaba el escrito presentándome como particular
damnificada, pero aún no había resolución al respecto.
La causa pasa nuevamente a DDI de Lomas según le informan al
abogado.
Recién después de 5 meses y días me entero que
solo una las armas está en fiscalía, pero falta la otra
hasta el día de hoy, en fiscalía sólo está
la documentación. Quiero que quede claro que la fotocopia de
la causa le es entregada a mi abogado el viernes 18 de Julio, el día
19 de Julio se hace en Rafael Calzada la primera marcha de silencio
por este tema.
El día 17 de Julio me hago presente en el foro de seguridad de
Rafael Calzada a fin de invitar a la marcha y dejar aclarado el tema
de que esto no era una “pueblada”, como se decía
desde la comisaría (desde un informe interno elevado a la superioridad,
en mi poder, en donde además se afirma que mi hijo llega al lugar
de los hechos en “forma inexplicable”).
Allí alguien llama al comisario quien se hace presente en la
Sociedad de Fomento donde se desarrolla la reunión, éste
me increpa duramente diciéndome que si como madre hubiese querido
la causa, ¿por qué no fui a buscarla a la comisaría?
ya que él la tuvo desde un principio, esto fue dicho delante
de 50 personas aproximadamente (ese día se llevaba a cabo la
elección de presidente para el foro, o sea que estaba presente
un representante de cada una de las entidades de bien público
que tienen voto para tal fin). Le indico que no es el ámbito
para ir a buscar una causa, que el lugar a partir del hecho son los
tribunales, y luego de un discurso de parte de este señor que
era de barricada, donde me dice que el va a defender a su gente etc.
etc., decido retirarme agradeciendo a los presentes y lo dejo hablando
solo. Enrique Carlos Acuña siguió prestando servicio vestido
con uniforme en la esquina de Dardo Rocha y República Argentina
durante varios meses. Esto provocó en los vecinos de esa zona
miedo, ya que algunas personas a las que he podido llegar me manifestaron
que pueden darme su testimonio, pero a fiscalía no van porque
han sido amenazados.
El día 3 de noviembre, bajo mi pedido, soy recibida en fiscalía
a fin de prestar declaración testimonial. Relato los hechos,
pongo en conocimiento de la fiscal adjunta la falta del arma y presento
a varios testigos, los cuales no han sido llamados a declarar en la
causa aún. Tampoco me ha sido contestado el pedido de reautopsia
solicitado.
Luego de recorrer varios lugares buscando a alguién que me ayude,
recurro a COFAVI, donde he sido recibida y hoy formo parte de la Comisión,
ahora empezaremos a desentrañar este macabro cuadro de complicidades
en el que mi hijo perdió su preciosa vida, pensando que su colaboración
servía para que los delincuentes estuvieran entre rejas, nunca
imaginó, dada su juventud, que estaba en medio de ellos.
Pura Graña, su mamá
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